y se contorsionan sus siluetas fogosas
en una pelea inexistente, tras focos y máscaras
yo, me convierto en sombra.
Cuando un cuerpo desnudo sólo encierra
la pasión de la lujuria en las curvas perfectas
y ya nadie ama los defectos que malean
las vaporosas siluetas efímeras
yo, me convierto en piedra.
Cuando un cuerpo es contemplado
como el arte de los años desnudos frente al espejo
y la lucha continua contra el tiempo
yo, me convierto en barro.
Cuando un cuerpo desnudo, un cuerpo
regido por la perfección del maquillaje
y retoques minúsculos, convertido en disfraces
se vuelve belleza escuálida
yo, me convierto en ceniza.
Cuando mi cuerpo humano, maltratado,
herido, dañado, olvidado
aparece difuso, inapreciable entre la multitud
de fotogramas ideales de los carteles publicitarios.
Cuando mi cuerpo humano, solo,
se vuelve atroz, sin la firmeza de las revistas,
frente al juez de la mirada fruncida
yo, me convierto en polvo.
Y yo me convierto, como diría Góngora, en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
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